viernes, 13 de febrero de 2009

SESIÓN VEINTITRÉS

Jorge hacía más de dos horas que esperaba y sin embargo su paciencia era como la del sereno robledal que necesita la lluvia y no la implora, más bien al contrario, deseaba que no llegara la hora de la firma de su divorcio, una cosa era estar separado y otra divorciado. El hermano de Lola estaría presente, y no quería encontrarse de nuevo con alguien que a pesar de ser un hombre coetáneo no quería decir que se dejara gobernar por leyes actuales, era un sacerdote que no dejaba de hablar de cómo era la iglesia en la época de Franco, época en la que él mismo no había nacido, y no sólo hablaba de ello sino que vivía en ello, y cuando averiguaba que alguno de los feligreses de su parroquia se habían separado, no les daba la comunión, ni permitía que pisaran suelo santo. Encontrarse con un personaje así era lo que menos le gustaba de su actual divorcio. La única diferencia entre su separación y su divorcio era este sacerdote que todavía llevaba sotana, por consejo de su madre. En realidad vivía la vida como una persona de la edad de su propia madre. Jorge se encontraba en estas reflexiones cuando escuchó aquello voz que tan bien conocía.

SACERDOTE: ¿Cómo estás Jorge, has llegado bien, no has tenido pormenores para llegar, seguro que Dios te ha guardado infinitamente, aunque lo que vas a hacer te va a dejar proscrito de la santa madre iglesia? ¿Y tu santa madre, estará cuidando de sus hijos y nietos con la bondad que la caracteriza? ¡Es tan buena persona!

JORGE: ¿No ha venido Lola con vosotros?

SACERDOTE: ¿Lola? Imagino que si es capaz de hacer lo que va a hacer, será capaz de llegar sola hasta aquí.

JORGE: Hace dos años me preguntaste si la había raptado, ¿y ahora que vuelve a ser vuestra no quieres saber nada de ella?

SACERDOTE: Yo con los pecadores no tengo nada que ver.

JORGE: ¿No eres el encargado de perdonar los pecados?

SACERDOTE: Sólo a aquellos que se arrepienten y Lola no quiere oír hablar de arrepentimiento. ¿Tú te arrepientes? ¿Podrías hacer que volviera a vivir contigo en el hogar como una santa madre?
La llegada de Lola propició la despedida forzosa y una vez los dos presentes el trámite se conceló en menos de 20 minutos.
Jorge no corría más bien volaba hacia la conculta de su psicoanalista cuando escuchó una voz que decía su nombre con cierta ternura. ¡Jorge! ¿cómo te va?. Era su profesor de matemáticas de su primer año de Universidad.
JORGE: ¡Me sorprende que me haya reconocido!
PROFESOR DE MATEMÁTICAS: ¿Por qué si no has cambiado nada, sólo unos pocos años encima?
JORGE: Casi el doble.
P. de M. : Es cierto, te recuerdo porque siempre decían que éramos muy parecidos, uno el doble del otro.
JORGE: Usted será mi doble, porque ya tiene casi 50 años..¿no?
P.de M.: Eso me gustaría, tengo sólo 45.
JORGE: Nunca había escuchado decir a alguien que quiera tener más años de los que tiene...usted siempre diciendo cosas diferentes...
P.de M.: Bueno, 45 ya los tengo, mientras que 50 no sé si alguna vez los conseguiré.
JORGE: Aunque la frase es triste no escucho ningún tono pesimista en la frase, no entiendo lo que quiere decir.
P.de M.: No acepta lo que quiero decir, porque entender lo entiende perfectamente, ya le pasaba con las matemáticas, no toleraba que los números no sirvan para medir sino para construir.
JORGE: Hoy día puedo decir que hice una profesión de lo que antaño no podía aceptar -mirando el reloj- lo siento pero me tengo que ir.
P.de M.: Toma mi tarjeta y llámame cuando puedas.
Jorge llegó a la consulta de su psicoanalista como si hubiera atravesado océanos y desiertos de humanos pidiendo pan y amor. Prácticamente se dejó deslizar en el diván.
JORGE: En mí vive el horror, hoy me siento como Edipo después de dar su respuesta al enigma de la Esfinge, cuando ella le gritó: ¡El abismo al que me arrojas está en ti!. ¡Tantas veces quise controlar mi cuerpo, administrar mis sentimientos! Los mortales son los hombres, sólo el hombre muere, y además de un modo permanente...
PSICOANALISTA: ¿Tal vez está pensando en terminar su análisis?
JORGE: Ser mortales no es poner como meta la muerte en tanto que nada vacía, tampoco quiere decir ensombrecerse con una mirada ciega dirigida fijamente al fin...¿qué dijo de las mujeres o de mi madre? A veces dudo acerca de si las mujeres mueren o se transforman unas en otras, mi abuela en mi madre, mi madre en mi hermana, mi hermana... Cuando mi padre murió no sé si había aprendido a vivir...yo quiero aprender a vivir..porque si no es así, ¿qué vida puntuará la muerte? ¿Ha dicho algo de mi análisis? Hay quien vive sin psicoanálisis, pero también hay quien vive sin teléfono, sin ordenador, sin saber leer, sin ninguna profesión ni oficio..., pero yo no quiero eso para mí, yo quiero vivir en el siglo XXI, pero hay algo que le ocurre a todos los humanos y en todos los siglos, somos mortales, sólo los humanos mueren, el animal termina, no quiero terminar mi psicoanálisis ...eso me dijo ¿no es así? , quiero que mi psicoanálisis puntúe mi vida, no quiero ser yo el que puntúe mi psicoanálisis. El animal no tiene la muerte como muerte ni delante ni detrás de él, como nos pasa a los humanos. La muerte como cofre de la nada es el albergue del ser que habla.
PSICOANALISTA: ¿Entonces, podemos continuar la próxima?
JORGE: Sí, hoy lo que ha terminado es mi matrimonio con Lola. Cuando algo termina, algo comienza, toda separación es el comienzo de un encuentro. Hasta la próxima, doctor.
Jorge se levantó en silencio y mientras caminaba hacia su casa pensó que su psicoanálisis terminaba y comenzaba en cada sesión.

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