sábado, 31 de enero de 2009

SESIÓN DOCE

JORGE: No quiero comenzar diciendo que quiero morir rápidamente y vivir con la intensidad que se requiere para tolerar la propia sensibilidad, ¿quiero morir o no quiero vivir?, no sé, cada vez que alguien toca mi mismidad me rompo en mil pedazos y después tardo meses, años en reconstruirme..., y no es necesario que sea algo grandioso, ... un pequeño desprecio, una pequeña desconfianza, ya sabe, doctor, esas cosas con las que ya estamos tocados, mi padre siempre desconfió de mí y mi madre algo me desprecia, y ahora mamá se ha quedado con la desconfianza y el desprecio.

PSICOANALISTA: Lo que usted repite es el des.

JORGE: Qué quiere decir, que mi problema es dar o no dar, darme o no darme, hacer o no hacer..., esto del psicoanálisis no tiene en cuenta los sentimientos personales, mi dolor terrenal ¿acaso no cuenta?¿No tiene existencia? ¿cree que no duele? Tal vez a usted le parecería mejor que yo pensara que la desconfianza y el desprecio es una producción mía, que el otro sólo tiene miedo, incluso usted puede llegar a pensar que el amor del otro yo lo transformo en desprecio, que lo que no soporto es el amor de los demás, porque el amor pide amor, y yo soy incapaz de dar...dar... amor. Usted piensa así, ¿no es verdad?

PSICOANALISTA: Así piensa usted, a mí no me está permitido pensar.

JORGE: Usted no piensa, no juzga, no calcula, ¿no le parece que eso es imposible? ¿Por qué algo que es imposible para todos no lo es para usted?

PSICOANALISTA: No es fácil ni difícil, tampoco es posible ni imposible, es un trabajo.

JORGE: A mí me gustaría tener un trabajo como el suyo...bueno, no, no entiendo cómo puede tolerar tantas frases diferentes sin confundirse, sin fundirse en ellas, sin identificarse...yo, cada vez que alguien me cuenta un problema me quedo preocupado, más incluso que el problematizado, porque cuando nos volvemos a encontrar yo todavía lo recuerdo y el otro no recuerda ni siquiera haber hablado conmigo. ¿Los demás pacientes también son así de desagradecidos? ¿No me va a contestar?

PSICOANALSITA: A mí me pagan por mi trabajo, no es agradecimiento lo que espero.

JORGE: Es increíble, yo me quiero morir y mi psicoanalista no espera agradecimiento...

PSICOANALISTA: ¿Por qué dice eso, acaso quiere morir por mí?

JORGE: ¡Ja, ja,ja! Puede ser, yo le digo que quiero morir por usted y usted en agradecimietno cuando me toque morir, lo hará por mí. ¡Qué lástima! No se puede alquilar o comprar a nadie para que muera por uno. Nadie puede morir por nadie, morimos solos, ni siquiera se puede morir acompañado. Parece que papá siempre le decía a mamá que algún día morirían juntos...supongo que era porque habían nacido el mismo día y el mismo año, ¡qué casualidad! Bueno, tal vez es lo que les enamoró, ese rasgo común, ¿por qué me habré enamorado de Lola o de Raquel y no de otra? ¿Por qué? ¿Usted lo sabe?

PSICOANALISTA: ¿Me pregunta si sé por qué se analiza conmigo y no con otro psicoanalista? Yo sólo le puedo decir que usted viene a mi consulta, no me interesan las justificaciones.

JORGE: ¿Cuando yo pienso que las cosas podían haber sido de otra manera. o que por qué las cosas son así, estoy buscando justificarme?. Puede ser, porque en lugar de aceptar los hechos y avanzar o cambiar o rectificar o girar... me regodeo en "podría haber sido...". ¡Ah, esta mañana fue terrible, casi no llego a sesión, cuando estaba cruzando la calle , la calle donde está el garaje, donde guardo mi coche, ahora se me ocurre una cosa del coche, un sueño que tuve ayer..., pero quiero contar lo que me pasó, un coche casi me lleva por delante, me pasó casi rozando, un poco más y me rompe, hasta podía haber muerto..., iba a mucha velocidad..

PSICOANALISTA: Pero no le pasó nada, está usted aquí.

JORGE: ¡Que no me pasó nada! Bueno, es cierto, sólo me pasaron mil pensamientos por la cabeza, y cada cual peor... sí, usted diría que podía haber pensado que me había salvado de un accidente y que tendría que celebrarlo...no si al final tengo que estar contento...¡ah, en realidad todos esos pensamientos eran para justificar el susto que me me dio! Si le digo la verdad, yo iba un poco despistado, entré en el paso de peatones sin mirar, estaba mirando el semáforo de la otra calle, y como se abrió para los coches , supuse que este se cerraba... pero claro, estamos en Madrid, los coches no se detienen en ámbar. Tal vez me puse tan furioso porque el error había sido mío, tal vez no me duela tanto el desprecio o la desconfianza sino el pensar que haya sido por un error mío. Lo que no tolero es cometer errores. Siempre fui un perfeccionista, cuando era un púber hacía ejercicios..., una semana sin reír, y no reía pasara lo que pasara; una semana sin hablar y aunque me fuera en ello un suspenso en clase, no hablaba; una semana sin detenerme en el camino al colegio y así lo hacía, me traía muchos problemas pero eso no me importaba, después los solucionaba, pero cumplir con lo propuesto hacía subir mi nivel de autoestima a unos niveles exagerados.

PSICOANALISTA: ¿Le parece un error haber iniciado este análisis?

JORGE: Dicen que lo que menos se tolera es ser ayudado, por eso a mí me gusta mucho pagar, el dinero no sólo sirve para comprar sino para no deberle nada a nadie. Yo apuesto por aprender a dejarme ayudar, ya sabe, los ricos se dejan ayudar mejor que los pobres, hubo un tiempo que no toleraba ganar, siempre pensaba en los perdedores, comía y pensaba en los hambrientos, vestía bien y pensaba en los sin techo y sus armarios ambulantes. Cada vez que me compraba un traje de Armani me arrepentía, y tardaba meses en ponérmelo. No sé cómo he cambiado...¿he cambiado o nunca he sido como yo creía? Vivímos creyendo que tenemos personalidad, que tenemos virtudes, que tenemos vicios, que tenemos..

PSICOANALISTA: ¿Qué tenemos?

JORGE: Tenemos una vida de tiempo limitado, un cuerpo de alquiler, yo a veces me siento un moroso, alguien que no paga el alquiler, y cuando me pasa eso,¡siento un dolor que me llega al cárcamo!

PSICOANALISTA: Podemos continuar la próxima.

JORGE: Gracias, doctor, por darme otra oportunidad

PSICOANALISTA: Gracias a usted.

Jorge recorrió el pasillo en silencio, mientras pensaba que el dolor de existir a veces le dolía y otros le hacía sentir ¡tan feliz! como en ese momento.

jueves, 29 de enero de 2009

SESIÓN ONCE

JORGE: Tal vez no sea necesario arriesgar la vida cada vez que las cosas no son como uno quiere, además ¿realmente quiero que las cosas sean así? ¿es por esperado o porque la idea era mía? ¿la idea era realmente mía o simplemente yo estaba seguro que era mía? ¿cuando estoy seguro es el estar lo que me lleva a la seguridad o es una idea de seguridad la que sostiene mi seguridad? No estoy seguro de nada ni de nadie ni de mí mismo, usted dice que el nada, el nadie y el mí mismo son nociones ideológicas, pero yo a veces creo en ellas, evidentemente son nociones ideológicas por eso mismo, creo en ellas, estoy seguro, no necesitan aclaración. Estamos rodeados de ideas, no , no, ideas no, la ideología no son las ideas, estamos rodeados de modelos ideológicos, se dice que la ideología es el momento de la acción, o sea vivimos, decidimos, según nuestra ideología, cuando no podemos decidir es porque se contraponen dos ideologías en el momento de entrar en acción.
PSICOANALISTA: ¿Alguna contradicción?
JORGE: ¿Respecto al análisis? Pues sí, hoy no me decido...escuché por televisión que la neurociencia es la verdadera ciencia y el psicoanálisis es una ciencia obsoleta, del siglo XIX, que ha sido superado, que servía para las generaciones que vivieron en la época donde existían los libros, la pintura, la música, etc , que ahora todo eso está superado, ...también decían que el video terminaría con la radio...y la escritura...siempre ha tenido diferentes medios de poducción, a mano, a máquina, con ordenador, que nunca son sin mano, la mano, la mano, nunca falta... También surgen nuevos medios de circulación, en pergamino, en libro, en radio, en televión, en internet, pero siempre es escritura y tiene que serlo para que circule como tal...la verdad es que el psicoanálisis y la neurología son dos disciplinas diferentes...no sé si la neurociencia es una disciplina, ha nacido para oponerse, tal vez es un medio de defensa, si es un arma no es una ciencia...

PSICOANALISTA: ¿Falta de contradicción?
JORGE: Usted siempre moviéndome la tierra, cada vez que piso tierra firme..bueno, tal vez no haya que pisar tierra firme, si estamos hechos de frases, si habitamos en frases, sería mejor transformar alguna frase para cambiar de vida, no desamarrarse de algunas frases y soltarse de otras, que sólo son lastre, peso que no nos deja volar...creo que a veces tengo demasiadas contradicciones, y otras tengo falta de contradicción, ¿tener o no tener?. Parece que no se puede vivir sin decir y sin decir en contra. Una vez me dijeron que el hombre es una contradicción y la mujer una paradoja.
PSICOANALISTA: Parece que le gusta dirigir, repartir papeles.
JORGE: No era yo quien lo decía, era un colega arquitecto, que se tiene por muy moderno y no deja de mostrarlo...en sus frases. En realidad decía que no había nada posible sin salvar el obstáculo de la contradicción que supone lo necesario, no daríamos un paso como humanidad si ya pensáramos que hemos hecho lo necesario; tampoco habría nada contingente, nada nuevo, sin pasar por el rodeo de la paradoja de lo imposible, caeríamos en el abismo de que toda novedad es imposible. Lo posible y la novedad son ingredientes presentes en cualquier vida, pero no es algo que uno se permita todos los días...ya sé... hablo de esto...porque estoy hablando de si será posible para mí, hacer algo nuevo en el proyecto del edificio de oficinas que me han encargado, es un edificio para juzgados, para ser habitado por jueces, fiscales, abogados, acusados, defendidos, secretarias...no me diga nada, no se moleste, ya lo digo yo, he feminizado a las secretarias y masculinizado a todos los demás. Tendré que pensar un edificio donde trabajarán hombres y mujeres...donde desempañarán funciones que nada tienen que ver con ser hombres o mujeres. He ido a pasear por el entorno del edificio y sólo podía pensar en que fuera diferente a los demás. Tengo una ventaja, es el único edificio que todavía no está construido.
PSICOANALISTA: Primero tendrá que ser semejante, para poder ser diferente.
JORGE: Sí, claro, tendrá que ser un edificio...como yo mismo, primero tendré que ser un paciente de psicoanálisis, después seré un paciente diferente.
PSICOANALISTA: Semejantes y diferentes ya somos.
JORGE: No hay semejanza o diferencia que no se vea en la acción, en los hechos, en lo escrito, en los proyectos...no somos entes...somos seres después de hablar, después de hacer...yo ya tengo hecho el proyecto, será mejor que lo presente y que escuche lo que me diga el director de la empresa que me lo ha encargado.
PSICOANALISTA: Tal vez usted piensa que yo estoy interesado en que se analice.
JORGE: ¿Y en qué está interesado si no es en que yo me analice? ...Aunque si estuviera interesado en que todos sus pacientes se analizasen sería usted una madre desesperada..., no sé,...tal vez usted esté interesado en mantenerse como psicoanalista, tal vez está interesado en su carrera. Yo debería estar más interesado en ser un arquitesto, que el proyecto del edificio sea un edificio, no olvidar ninguna infraestructura, aunqnue luego se ocupen los ingenieros en diseñarlas,..a veces compito con cada uno de los especialistas que participan en la construcción....a veces pienso quién será su paciente favorito, como cuando quiero ser el especialista favorito del proyecto..
PSICOANALISTA: Continuamos la próxima
JORGE: Por supuesto, ¿no le parece?
PSICOANALISTA: A mí me parece que es por mi puesto y por el suyo.
JORGE: Por su-puesto, ¡ja,ja! quiero decir, por mi puesto. También tengo que hacerlo por mí y no sólo por usted. A veces fracaso haciendo el amor porque quiero hacer gozar a mi amante, en lugar de dejarla gozar, o quiero leer un texto en lugar de dejarme leer. Gracias , doctor, usted siempre enseñando.
PSICOANALISTA: Es lo que usted hace con mis palabras, mis palabras no tienen sino el poder que usted les da.
JORGE: Seguiré aprendiendo, hasta la próxima.
Jorge en lugar de bajar en ascensor, decidió bajar caminando. Cuando llegó a la calle pensó ´"tal vez lo más importante de un edificio para mi psicoanalista sea que cumpla su función", y una alegría atravesó su cuerpo como una ráfaga cuando se dio cuenta que el proyecto ya estaba terminado y su psicoanálisis ya había comenzado.

miércoles, 28 de enero de 2009

DÉCIMA SESIÓN

JORGE: Un signo somos, sin interpretación. Desde que he salido de mi despacho he comenzado a pensar en el sueño que he tenido esta noche, he asociado y hasta me he interpretado...ahora no recuerdo nada, bueno recuerdo que lo he olvidado, dicen que aunque sólo recuerdes un poquito es suficiente, pero yo no recuerdo nada, sólo que lo he olvidado.
PSICOANALISTA: Ya no me necesita ni un poquito.
JORGE: Ahora lo recuerdo todo, en realidad si se está fuera de sesión y sin psicoanalista no está claro que sea sueño ni que sea interpretación, ¿no es así?
PSICOANALISTA: Ahora me necesita hasta para confirmar que su frase es una frase. Me parece que es usted un poco extremista.
JORGE: Sí, me dicen que siempre pienso en blanco o en color, que mis elecciones son demasiado radicales, que soy muy drástico en mis juicios, que me enamoro y desenamoro con la misma intensidad, un amigo me dijo el otro día: Jorge, tú o estás en contra del psicoanálisis o te quieres analizar todos los días, no conoces la serenidad. Serenidad, qué palabra, a mí me parece algo propio de los ancianos.
PSICOANALISTA: ¿Lo propio y lo ajeno, lo suyo y lo mío?
JORGE: Muchas veces me pregunto qué es psicoanalizarse, qué lo mío y qué del psicoanálisis...aunque cuando sumo, cuando viajo, incluso cuando leo, nunca me pregunto qué lo mío y qué de las matemáticas, qué de la geografía, qué del libro, ¿acaso no tolero comprar su servicio? ¿no tolero ser un burgués? Dicen que la diferencia entre la burguesía y el proletariado es que unos tienen acceso a los medios de producción y otros a los objetos, por eso un burgués no es un señor con un reloj de oro cruzando su oronda barriga y cualquiera puede comprar cualquier objeto de lujo sin ser un burgués. No tolero ser un pequeño burgués...siempre me acuerdo de aquella película de Buñuel...El discreto encanto de la burguesía...te vas metiendo en una moral, en un modo de vida y después no puedes salir aunque aparentemente no hay nada que te lo impida...ya lo planteó en El ángel exterminador....hablo de cine y usted ¿no me dice nada?
PSICOANALISTA: ¿Ha entrado en el psicoanálisis y ahora no puede salir aunque no haya nada que se lo impida?
JORGE: No sólo con el psicoanálisis, todo lo que comienzo me hace pensar qué pasará cuando termine y eso me lleva a prolongar los encuentros, los amores, los trabajos.
PSICOANALISTA: Querer saber antes es cortar el proceso...
JORGE: Tal vez estoy hablando del posible embarazo de Raquel, ella todavía no sabe si está embarazada y ya quiere abortar. Es muy distinta a Lola, mi mujer, ella no se daba cuenta de sus embarazos hasta los cuatro meses, tampoco se le ocurrió nunca recurrir al aborto. A mí, no me importaría tener otro hijo...me permitiría igualar el record de mi hermano, ¡ja, ja, ja!. Yo soy el pequeño, mi madre siempre dice que fui un embarazo sorpresa porque fue inesperado, no quisieron saber de qué sexo era, y ella siempre imaginaba que eran mellizos o trillizos...vamos que valgo por 2 o 3... bueno tengo dos empresas y estoy a punto de abrir una tercera.
PSICOANALISTA: Continuamos la próxima
JORGE: Sí, lo importante es autorizar los comienzos, luego los finales pertenecen al propio proceso. ¿He entendido?.
PSICOANALISTA: ¿Entendido? ¿Sigue tendido?
JORGE: Usted siempre....trabajando.
Jorge cuando la puerta se cerró a sus espaldas, pensó que el psicoanálisis era muy rentable porque sus pequeños cambios después afectaban a su manera de vivir, a su manera de trabajar.

martes, 27 de enero de 2009

NOVENA SESIÓN

Con las piernas muy separadas la una de la otra y los brazos extendidos en forma de cruz llevaba Jorge unos minutos en el diván.
JORGE: ...siempre me humillan las pequeñas necesidades, es cuando me doy cuenta de cuánto dependo y de cuántas personas. No sé porqué me humilla..., todo lo que hacen por mí lo he pagado previamente...o mensualmente.
PSICOANALISTA: Tal vez le humilla depender de mi trabajo.
JORGE: Sí, a veces lo pienso, ¡parece tan frágil! ¡Viaja demasiado! Tendría que tener más cuidado, tener en cuenta todas la personas que dependemos de usted. Cuando tuve noticias de su último viaje hice un sueño esclarecedor: Yo viajaba, pero no en un avión, ni tren, ni coche, era como en una burbuja llena de agua, y yo respiraba tranquilamente, se movía contínuamente y se detenía cada rato haciendo un ruido como si alguien resoplase...¡ja,ja,ja! me acabo de dar cuenta que viajaba en la bolsa amniótica, la madre es el primer medio de locomoción, el primer transporte público...no sé porqué he dicho público...debe ser porque es el mismo transporte que el de mis hermanos...me desperté sobresaltado cuando tuve que salir de la burbuja, cuando empeza a respirar aire...después volví a dormirme y retomé el sueño, cuando salía de la burbuja era gracias a su mano, agarraba la mía y me ayudaba a poner mis pies sobre la tierra.
PSICOANALISTA: ¿Por qué era esclarecedor?
JORGE: Mi hermano me dijo que usted viajaba, no entiendo porqué el sabía lo que yo no sabía todavía... fue esclarecedor para mí saber que él me vio nacer a mí y yo nunca le veré nacer a él.
PSICOANALISTA: Bueno, tal vez se nace muchas veces, aunque se muera una sola vez.
JORGE: Sí, la verdad es que yo he visto nacer muchas veces a mi hermano...Por cierto, el sábado estuve en una conferencia que hablaban de la segunda muerte..de entre-dos-muertes... no sé si entendí, pero llegué a una conclusión, comenzamos a vivir cuando sabemos que somos mortales y nuestra vida es la que hacemos entre ese nacer y la segunda muerte, que es la verdadera desconocida, de la que nunca seremos testigos, la muerte que nos nadifica, "Dormir, soñar, ¿quizás?" como diría Hamlet. La muerte es la transformación que suspende toda transforamción. Es la que termina con todos los sufrimientos y es la que la religión plantea como sufrimiento eterno.
PSICOANALISTA: Parece que hoy no quiere llegar al fin de la sesión.
JORGE: Sí, cuando comienza la sesión, ya se sabe que va a terminar, es como la vida misma...mi padre murió y no creía que iba a morir...ni él ni yo creíamos que iba a morir...no sé, se ha escrito tanto sobre el momento de la muerte, se dice que pasa toda tu vida por delante de tus ojos...será para negar que la muerte para el muerto no existe...como el fin de la sesión, a veces quiero saber antes y nunca lo consigo...siempre es una sorpresa cuando me dice: continuamos la próxima.
PSICOANALISTA: Todavía estoy vivo. ¿Continuamos la próxima?
Jorge se levantó haciendo un alto en el momento de sentarse en el diván y hace un gesto de complicidad señalando que está sentado.
JORGE: Hay un instante donde parecemos iguales, ¿no le parece?.
PSICOANALISTA: Yo siempre soy usted, mientras estamos en su sesión. También somos iguales en cuanto los dos estamos vivos.
Jorge cuando se cerró la puerta, a sus espaldas, pensó, "a mí me gustaría ser él...para no perderle...tal vez mi psicoanalsita tenga razón, el muerto es mi padre, él y yo todavía estamos vivos, no es necesario suicidarse, la muerte viene sola, aunque no la llames" .

lunes, 26 de enero de 2009

SESIÓN OCTAVA

Jorge estaba tumbado en el diván de manera lateral y con las manos rodeaba su rostro.
JORGE: Cada vez que negocio con un francés tengo que enseñarle que no soy un súbdito de una monarquía anterior a la revolución francesa, que la nuestra es una monarquía constitucional; cuando hablo con un inglés, cree que nuestro rey es la reina Sofía. ¡Somos tan narcisistas, que no creemos que haya algo diferente a lo que nosotros conocemos! A veces, la vida es muy difícil!
PSICOANALISTA: Cuando no es difícil, tal vez no sea vida.
JORGE: Sí, claro, nunca es fácil, a veces cuando lo rememoramos olvidamos las dificultades que tuvimos para hacerlo...Hoy me gustaría hablar de la capitalización de mis energías, tal vez una mejor administración de lo mismo, daría otros resultados... y no me refiero a aumentar mi número de sesiones, que también, pero trato de hacer las cosas con criterio.
PSICOANALISTA: Las cosas se hacen con trabajo, si el criterio es una manera de pensar , tal vez tiene que estar en el nivel del proyecto del trabajo.
JORGE: ¡Usted sabe de todo....!
PSICOANALISTA: Yo sólo organizo sus palabras...sólo doy lo que no tengo.
JORGE: No tiene saber... y me ha dado un saber...quisiera entenderlo...lo del proyecto sí, porque soy arquitecto y sé que lo que no esté en el proyecto nunca podrá realizarse y que si está en el proyecto, aunque no se realice, quedará hecho el lugar para su realización, pero eso de dar lo que no se tiene...
PSICOANALISTA: Yo le doy un análisis que no tengo, hay que producirlo y yo soy su medio de producción...
JORGE: Entiendo, como en el amor, ella me da un goce que no tiene y yo le doy un goce que ella no tiene. Cuando Lola roza mi cuerpo, no sólo siento una parte de su cuerpo, siento todo mi cuerpo..."mi cuerpo fundamental"...mi cuerpo comienza ahí, estoy centralizado...sé muy bien cuál es mi centro....cuando mi centro no está donde tiene que estar sufro..sufro de angustia, a veces de culpabilidad, y sobre todo de remordimientos... remordimientos sin razón de ser... a veces me arrepiento de haber hecho el bien, sobre todo me arrepiento de haber hecho el bien, lo digo porque no me gusta hacer el mal, me siento incapaz, no me produce ningún placer, no lo tolero, es insoportable para mí,...
PSICOANALISTA: Sin embargo, parece que sabe mucho de ello.
JORGE: ¿Qué quiere decir...? Bueno, de niño era muy cruel, me gustaba fastidiar a los demás, hacía desaparecer los bolígrafos de mis compañeros a la hora del examen, a mi hermano le escondía sus zapatos cuando tenía una cita con alguna chica, hasta llegué a manchar el vestido de novia de mi hermana, tuvo que casarse sin el velo previsto...en realidad había escuchado a mi hermana que no le gustaba casarse con velo, a mi hermano que le gustaría ir con playeras y a mis compañeros que odiaban los exámenes...vamos, que he sido un esclavo del deseo de los demás..
PSICOANALISTA: Prefiere ser el delegado de los deseos de los demás que de sus propios deseos.
JORGE: Mis deseos más bien se los delego a los demás, siempre pienso que mis amantes me tendrían que realizar mis deseos sin que yo diga cuáles son, les atribuyo un poder..
PSICOANALISTA: Los deseos se construyen entre palabras...comience a hablar.... Continuamos la próxima
JORGE: Sí, gracias, -y sin detenerse- quisiera una cuarta sesión, ¿me puede dar un horario por favor?.
Una vez conseguido el nuevo horario se fue pensando acerca del psicoanálisis de su psicoanalista.

AUTOBIOGRAFÍA. SIGMUND FREUD (SEGUNDA PARTE)

Antes de regresar a Viena permanecí varias semanas en Berlín dedicado a adquirir algunos conocimientos sobre las enfermedades de la infancia, pues el doctor Kassowitz, de Viena, que dirigía un Instituto de enfermedades de la niñez, me había prometido establecer una sala destinada a las enfermedades nerviosas infantiles. En Berlín fui amablemente acogido por Adolf Baginsky. Durante mi actividad en el Instituto de Kassowitz publiqué luego varios trabajos sobre las parálisis cerebrales de los niños. A estos trabajos se debió más tarde, en 1897, el encargo que me hizo Nothnagel de tratar esta materia en su magno Manual de la terapia general y especial. En otoño de 1886 me establecí como médico en Viena y contraje matrimonio con la mujer que era, hacía ya más de cuatro años, mi prometida, y me esperaba en una lejana ciudad. Por cierto que, siendo aún novia mía, me hizo perder una ocasión de adquirir fama ya en aquellos años juveniles. En 1884 llegó a interesarme profundamente el alcaloide llamado cocaína, por entonces muy poco conocido, y lo hice traer de Merck en cierta cantidad para estudiar sus efectos fisiológicos. Hallándome dedicado a esta labor, se me presentó ocasión de hacer un viaje a la ciudad donde residía mi novia, a la que no veía hacía ya dos años, y puse término rápidamente a mi publicación, prediciendo que no tardarían en descubrirse amplias aplicaciones de aquel alcaloide. Antes de salir de Viena encargué a mi amigo el doctor Königstein, oculista, que investigase en qué medida resultaban aplicables las propiedades anestésicas de la cocaína en las intervenciones propias de su especialidad. A mi vuelta encontré que no Königstein, sino otro de mis amigos, Carl Koller (actualmente en Nueva York), al que también había hablado de la cocaína, había llevado a cabo decisivos experimentos sobre sus propiedades anestésicas, comunicándolos y demostrándolos en el Congreso de Oftalmología de Heidelberg. Koller es, por tanto, considerado, con razón, como el descubridor de la anestesia local por medio de la cocaína, tan importante para la pequeña cirugía. Por mi parte, no guardo a mi mujer rencor alguno por la ocasión perdida. Mi establecimiento como neurólogo en Viena data, como antes indiqué, del otoño de 1886. A mi regreso de París y Berlín me hallaba obligado a dar cuenta en la Sociedad de Médicos de lo que había visto y aprendido en la clínica de Charcot. Pero mis comunicaciones a esta Sociedad fueron muy mal acogidas. Personas de gran autoridad, como el doctor Bamberger, presidente de la misma, las declararon increíbles. Meynert me invitó a buscar en Viena casos análogos a los que describía y a presentarlos a la Sociedad. Mas los médicos en cuyas salas pude hallar tales casos me negaron la autorización de observarlos. Uno de ellos, un viejo cirujano, exclamó al oírme: «Pero ¿cómo puedes sostener tales disparates? Hysteron (sic) quiere decir «útero». ¿Cómo, pues, puede un hombre ser histérico?» En vano alegué que no pedía la aceptación de mis diagnósticos, sino tan sólo que se me dejara disponer de los enfermos que eligiera. Por fin encontré, fuera del hospital, un caso clásico de hemianestesia histérica en un sujeto masculino y pude presentarlo y demostrarlo ante la Sociedad de Médicos. Esta vez tuvieron que rendirse a la evidencia pero se desinteresaron en seguida de la cuestión. La impresión de que las grandes autoridades médicas habían rechazado mis innovaciones, obtuvo la victoria y me vi relegado a la oposición con mis opiniones sobre la histeria masculina y la producción de parálisis histéricas por medio de la sugestión. Cuando poco después se me cerraron las puertas del laboratorio de Anatomía cerebral y me vi falto de local en el que dar mis conferencias, me retiré en absoluto de la vida académica y de relación profesional. Desde entonces no he vuelto a poner los pies en la Sociedad de Médicos. Pero si quería vivir del tratamiento de los enfermos nerviosos había de ponerme en condiciones de presentarles algún auxilio. Mi arsenal terapéutico no comprendía sino dos armas, la electroterapia y la hipnosis, pues el envío del enfermo a unas aguas medicinales después de una única visita no constituía una fuente suficiente de rendimiento. Por lo que respecta a electroterapia, me confié al manual de W. Erb, que integraba prescripciones detalladas para el tratamiento de todos los síntomas nerviosos. Desgraciadamente, comprobé al poco tiempo que tales prescripciones eran ineficaces y que me había equivocado al considerarlas como una cristalización de observaciones concienzudas y exactas, no siendo sino una arbitraria fantasía. Este descubrimiento de que la obra del primer neuropatólogo alemán no tenga más relación con la realidad que un libro egipcio sobre los sueños, como los que se venden en baratillos me fue harto doloroso, pero me ayudó a libertarme de un resto de mi ingenua fe en las autoridades. Así, pues, eché a un lado el aparato eléctrico, antes que Moebius declarara decisivamente que los resultados del tratamiento eléctrico de los enfermos nerviosos no eran sino un efecto de la sugestión del médico. La hipnosis era ya otra cosa. Siendo aún estudiante, asistía a una sesión pública del «magnetizador» Hansen y observé que uno de los sujetos del experimento palidecía al entrar en el estado de rigidez cataléptica y permanecía lívido hasta que el magnetizador le hacía volver a su estado normal. Esta circunstancia me convenció de la legitimidad de los fenómenos hipnóticos. Poco después halló esta opinión en Heindenhain, su representante científico, circunstancia que no le impidió a los profesores de Psiquiatría continuar afirmando que el hipnotismo era una farsa peligrosa y despreciando a los hipnotizadores. Por mi parte, había visto emplear sin temor alguno, en París, el hipnotismo, para crear síntomas y hacerlos luego desaparecer. Poco después llegó a nosotros la noticia de que en Nancy había surgido una escuela que utilizaba ampliamente la sugestión, con hipnotismo o sin él, para fines terapéuticos, logrando sorprendentes resultados. Todas estas circunstancias me llevaron a hacer de la sugestión hipnótica mi principal instrumento de trabajo -aparte de otros métodos psicoterápicos más casuales y menos sistemáticos- durante mis primeros años de actividad médica. Esto suponía la renuncia al tratamiento de las enfermedades nerviosas orgánicas, pero tal renuncia no significaba gran cosa, pues en primer lugar la terapia de tales estados no ofrecía porvenir ninguno, y en segundo, el número de enfermos de este género resultaba pequeñísimo, comparado con el de los neuróticos, número que aparece, además, multiplicado por el hecho de que los pacientes pasan de un médico a otro sin hallar alivio. Por último, el hipnotismo daba a la labor médica considerable atractivo. El médico se libertaba por vez primera del sentimiento de su impotencia, y se veía halagado por la fama de obtener curas milagrosas. Más tarde descubrí los inconvenientes de este procedimiento, pero al principio sólo podía reprocharle dos defectos: primeramente, no resultaba posible hipnotizar a todos los enfermos, y en segundo lugar, no estaba al alcance del médico lograr, en determinados casos, una hipnosis tan profunda como lo creyese conveniente. Con el propósito de perfeccionar mi técnica hipnótica, fui en 1889 a Nancy, donde pasé varias semanas. Vi allí al anciano Liébault, en su conmovedora labor con las mujeres y niños de la población obrera, y fui testigo de los experimentos de Bernheim con los enfermos del hospital, adquiriendo intensas impresiones de la posible existencia de poderosos procesos anímicos que permanecían, sin embargo, ocultos a la conciencia. Pensando que sería valioso persuadí a una de mis pacientes seguirme a Nancy. Histérica, mujer distinguida y de geniales dotes, que había acudido a mí después de no haber hallado alivio alguno en las prescripciones de otros médicos. Por medio de la sugestión hipnótica conseguí procurarle una existencia soportable, logrando extraerla de su miserable estado. El hecho de que al cabo de algún tiempo recayese siempre, lo atribuí, en mi desconocimiento de las circunstancias verdaderas, a que su hipnosis no había llegado a alcanzar nunca el grado de somnambulismo con amnesia. Bernheim intentó también hipnotizarla profundamente, pero tampoco lo consiguió, confesando luego sinceramente que sus grandes éxitos terapéuticos habían sido siempre con pacientes de su sala del hospital, nunca con enfermos de su consulta privada. Durante mi estancia en Nancy tuve con él varias interesantísimas conversaciones y acepté el encargo de traducir al alemán sus dos obras sobre la sugestión y sus efectos terapéuticos. De 1886 a 1891 abandoné casi por completo la investigación científica y apenas publiqué algo. Tuve, en efecto, que dedicar todo mi tiempo a afirmarme en mi nueva actividad y a asegurar la existencia material de mi familia, que iba creciendo rápidamente. En 1891 publiqué mi primer trabajo sobre las parálisis cerebrales infantiles, escrito en colaboración con el doctor Oskar Rie, mi amigo y ayudante. Asimismo fui invitado a encargarme de la parte referente a la teoría de la afasia, dominada entonces por el punto de vista de la localización, sostenido por Wernicke y Lichtheim en una obra de Medicina. Un librito crítico-especulativo, titulado Sobre la afasia, fue el fruto de esta labor. Pasaré ahora a describir cómo la investigación científica volvió a constituir el interés capital de mi vida.
Continuará...

sábado, 24 de enero de 2009

SÉPTIMA SESIÓN

JORGE: Sietes veces siete, que no son cuarenta y nueve, sino una repetición: ¡siete veces, siete!. Cuando comencé mi análisis nunca pensé que llegara hasta aquí, aunque me pasó lo mismo con la vida, calculaba que no pasaría de los treinta y ya tengo treinta y tres. No sé, no sé, tendré que entregarme a la incertidumbre de no saber hasta después.
PSICOANALISTA: Algo habrá que saber antes...
JORGE: Yo sólo sé que hablo y que hablar sirve para pactar y para hablar con otros. Sí algo hay que saber antes, alguna decisión hay que tomar, después es fácil, todo el trabajo en la misma dirección...
PSICOANALISTA: ¿Es usted de dirección única?
JORGE: Usted siempre tan sarcástico, yo pensaba que los psicoanalistas no hablaban o que te interpretaban cosas muy difíciles...y usted me dice que tengo una única dirección. Bueno no sé si dijo dirección única o única dirección...usted siempre termina confundiéndome.
PSICOANALISTA: ¿Y cuál es la diferencia?
JORGE: Dirección única es una dirección que está prohibido circular en dirección contraria y única dirección es que sólo te dirige una persona... bueno persona o equipo de personas...ya sé lo que usted piensa...que sólo me dirige mi madre.
PSICOANALISTA: Eso lo ha dicho usted.
JORGE: Bueno, sí, esto es lo que yo pienso. En realidad sólo me llevo mal con mi hermano cuando estamos delante de ella, ella siempre tiene que dirigirnos, si me detengo a pensarlo es ella la que dirige tanto la empresa de mi hermano como la mía, o al menos siempre da su opinión y siempre la tenemos en cuenta...
PSICOANALISTA: Para que alguien dé su opinión es necesario pedirla.
JORGE: Bueno, somos nosotros los que nos vemos conducidos a pedirla, comemos con ella todos los días pares de la semana, me refiero a martes, jueves y sábados... es curioso, ahora que lo digo, ¡no es normal!, nunca hemos dejado de hacerlo, ni mi hermano ni yo somos capaces de ocupar esos horarios en otras cuestiones, ni siquiera con nuestra propia familia, mi hermano tiene tres hijos y yo dos, sin embargo nunca ha habido ningún obstáculo para estos encuentros... mi hermana, sin embargo es más independiente, claro tuvo que poner distancia, ella vive en Nueva York desde que comenzó sus estudios universitarios...creo que tenía 16 0 17 años, viene cada dos años y sólo se queda en Madrid una semana...no sé cómo ha conseguido esa independencia.
Yo también tuve mi oportunidad, también estuve estudiando en Estados Unidos, pero en una pequeña ciudad universitaria de California... cómo han cambiado los tiempos...mi hermana ha asistido a la llegada de un presidente negro, en los tiempos en que estudiaba mi padre, que también estuvo en los años 60-70, estaba permitido a los blancos matar a los negros sin ser condenados , en mis tiempos si te hacías ayudar por la policía también estaba permitido, ahora sigue habiendo racismo pero como tienen un presidente negro hacen como que ya no lo son. Mi hermana suele decir: "es sorprendente la capacidad que tienen los norteamericanos apra olvidar el pasado". Yo creo que se identifican a los presidentes, cuando he leído a Freud hablando de las masas artificiales, la iglesia y el ejército, me hizo pensar que Estados Unidos es una masa artificial como la iglesia, quiero decir que identificarse con el líder es necesario, en la iglesia para ser cristiano y en Estados Unidos para ser norteamericano. Se sentían Bush y todo lo que hacía estaba bien y ahora se sienten Obama....¡qué país! Tuvo más detractores Clinton por su relación con una becaria que Bush por haber destruido el mundo...está más prohibido el sexo que la muerte, bueno, no me voy a poner así, al fin y al cabo hemos progresado.
PSICOANALISTA: ¡Sería perfecto un mundo sin humanos y un psicoanálisis sin paciente!
JORGE:...¿cómo?..sí, tal vez, que seamos más modernos no quiera decir que seamos más humanos, al contrario cada vez que nos acercamos a la perfección nos alejamos más y más, de lo humano... No sé porqué siento una mezcla de tristeza y alegría...me doy cuenta que la rivalidad con mi hermano tiene que ver con el hecho de que él estuvo un año más comiendo con mi madre...en realidad sólo me gana en eso. Él no terminó la carrera, yo estudié arquitectura...de hecho me acaban de pedir un trabajo para la ciudad de .... van a trasladar todos los juzgados al Parque Juan Carlos I ...bueno eso no importa...mi padre dejó a cada uno la mitad de su empresa y mi empresa da trabajo a la suya... no sé, no sé, siempre compito con los mayores, nunca compito con los contemporáneos ...compito, compito, ¡con pito o sin pito, that is the question!
PSICOANALISTA: ¡Un mundo sin humanos, un psicoanálisis sin paciente, un amor sin mujer,...!
JORGE: ¿Qué quiere decir que mi problema es que no acepto la diferencia? Sí, la verdad es que mi problema no es el tamaño de mi pene, que tampoco es tan pequeño, mi problema es que ¡no entiendo a las mujeres!
PSICOANALISTA: ¿Mujeres?
JORGE: Bueno, no a todas, sólo cuando se trata del amor, porque luego los mejores directivos de mi empresa son mujeres, en realidad con las mujeres me llevo bien..
PSICOANALISTA: Tal vez no se lleva bien con su deseo.. . ¿Continuamos la próxima?
JORGE: Sí, doctor, me parece que por hoy ha sido ..más que suficiente.
Cuando salía por la puerta, Jorge pensó si el doctor no tendría problemas con su deseo.

viernes, 23 de enero de 2009

SEXTA SESIÓN

Jorge no tenía en el bolsillo secreto de su chaqueta los datos de la empresa que hubiera querido visitar antes de ir a su sesión, así que decidió sentarse en la cafetería a la que acostumbraba ir cuando era adolescente y que estaba sólo a 200 metros de la consulta de su psicoanalista. Su sorpresa fue cuando comprobó que ya no era aquella cafetería, pero aún fue mayor cuando comprobó que el bar minimalista que parecía un cubo perfecto en todas sus direcciones, largo, alto y ancho, todavía ofrecía su cerveza australiana favorita, y no sólo eso, el mismo camarero, con el mismo aspecto y los mismos andares característicos, salvo su pelo blanco y dos leves cicatrices en la frente, se acercaba a su mesa, y le recordaba.
CAMARERO: ¡Don Jorge...qué sorpresa..!
JORGE: ¿Por qué me llamas don, si la última vez que nos vimos me llamabas Jorge?
CAMARERO: Bueno, por un trauma que sufrí ya hace un año...
JORGE: ¿Un trauma..? ¿Qué término es ése para hablar de ti, qué quieres decir con trauma?
CAMARERO: Hace un año vino Don Mariano, ¿recuerdas?, tu compañero de colegio...
JORGE: ¿Mi amigo del colegio....Mariano Cancedo?
CAMARERO: Sí, ese mismo. Me saludó muy amable, y cuando le llamé Mariano, me agarró por los hombros, inmovilizándome, y me dijo: "lo cortés no quita lo valiente", y todavía continuó, "hay personas que nacen en la cuna y no se sabe dónde morirán". Me quedé en tan mal estado desde entonces que ya he tenido tres accidentes de moto. Eso sí he salido casi ileso de las tres, sin embargo he dejado en el camino a tres mutilados.
JORGE: ¿Mutilados?
CAMARERO: Sí, los tres hombres, más o menos de la misma edad, -y deteniéndose- más o menos de tu edad.
JORGE: ¡De la edad de Mariano, vamos, no me digas más!.
CAMARERO: No me digas eso..., hay que verlo para creerlo, siempre pagan justos por pecadores...
JORGE: Bueno, pues para de hacer injusticias, acepta que en el mundo hay diferentes personas, no todos somos Mariano.
CAMARERO: Tienes razón, también hay Jorges.
JORGE: Bueno, será mejor que tengas una mirada un poco más múltiple, ni única ni dual, vamos ni sólo papá ni sólo mamá, pero tampoco sólo papá y mamá.
CAMARERO: Gracias Jorge, gracias hermano.
JORGE: ¡Ya estás de nuevo!. Ten en cuenta que con los hermanos también tenemos sentimientos contradictorios.
CAMARERO: ¿Pareces un psicólogo?
JORGE: No exactamente, soy un psicoanalista.
Llaman al camarero desde otra mesa interrumpiendo la conversación y cuando Jorge mira la hora decide ir caminando hasta la consulta de su psicoanalista.
Cuando llega, toca el timbre, su psicoanalsita le abre la puerta, y cuando se tumba en el diván comienza a hablar.
JORGE: No sé, no entiendo porqué, pero hoy me he hecho pasar por usted...bueno, no por usted, por un psicoanalista...en realidad no quería hablar de mí con esa persona, así que cuando tuve una oportunidad de ocultarme, lo hice...Lo sorprendente es que fue el otro el que me lo sugirió....hay veces que uno no miente, es el otro el que lo requiere, lo exige, lo impone, lo desea, lo...lo...
PSICOANALISTA: Parece que está un poco neutro.
JORGE: Lo que estoy es neutralizado por una empresa que quiere quedarse con parte del campo del Real Madrid y me lo quiere cambiar por una parte del Atlético de Madrid....no sé qué pensará usted, pero sólo me refiero a un trabajo para estas empresas..
PSICOANALISTA: ¿Y usted qué pensaba?
JORGE: Pensaba que usted pensaría que me estaba pavoneando, parecían palabras de un empresario de alto standing y lo soy, pero no tanto.
PSICOANALISTA: ¿No tanto como quién?
JORGE: Esto del psicoanálisis parece magia o adivinación...
PSICOANALISTA: Tal vez lo que pasa es que le gusta negar el trabajo.
JORGE: Sí, mi trabajo siempre me parece mucho y el de los demás, sobre todo el de mi hermano, siempre me parece un paseo. Me refería a mi hermano, no sé cómo hace que siempre me saca ventaja...o será porque es mi hermano mayor. Con su trabajo no me pasa, doctor, su trabajo me parece... que sería el que me gustaría para mí...hoy hice una interpretación... una pequeña interpretación...pequeña, sí... pero puede que haya salvado a varios hombres de acabar mutilados... ¿Entiende, doctor?, muti-la-dos.
PSICOANALISTA: ¿Qué quiere que entienda, que terminó con las dos sesiones, y que ahora tiene tres?
JORGE: Muti, muda, la dos, la dos quedó muda o me mudé de la dos, ¡ja,ja,ja! Uno siempre dice otra cosa que lo que dice, ¡es increíble!, si no le pasa a uno, claro está. Se tendría que analizar todo el mundo, lo tendría que cubrir la seguridad social....si fuera asi se analizaría todo el mundo. Aunque gratis...tampoco es suficiente...algo se tiene que necesitar, querer o desear... o las tres cosas. ¿entiende lo que quiero decir, doctor?
PSICOANALISTA: Yo ya me he enterado de que tiene tres sesiones, le tengo en mi agenda tres veces por semana, ahora es usted el que las tiene que hacer. ¿Continuamos la próxima?.
JORGE: Sí, claro, no entiendo porqué me lo pregunta...no me lo diga... es para que sepa que vengo por mi deseo.
Jorge sonreía con complicidad cuando se despidió del psicoanalista en la puerta. Se fue pensando si su psicoanalista también interpretaría a los camareros.

jueves, 22 de enero de 2009

QUINTA SESIÓN

El psicoanalista abrió la puerta y Jorge observó que llevaba un elegante abrigo negro, un paraguas del mismo color y se podía percibir una bufanda de tonos verdosos rozando levemente su largo cuello. Jorge pensó, "vestido así parece más alto".
PSICOANALISTA: Hola, ¿qué hace usted aquí?
JORGE: Espero a que llegue mi hora, contestó sorprendido y un poco enfadado.
PSICOANALISTA: ¿Su hora? ¿Qué hora...la de su muerte?
JORGE: ¡No! ¡Vaya cosas que me dice!, la hora de mi sesión, evidentemente.
PSICOANALISTA: ¡Cómo la hora de su sesión! . Por cierto, yo no digo cosas, digo palabras.
JORGE: Bueno, doctor, lo pensaré, gracias por la interpretación, las palabras son palabras y las cosas son cosas. Pero lo que está claro es que usted me dio hora para hoy, jueves, a las 11.30.
PSICOANALISTA: Las palabras son el tiempo de las cosas, las cosas son muy diversas, hay cosas que son objetos materiales y hay cosas abstractas, eso como mínimo. Pero lo que está más claro aún, es que hoy es miércoles y no jueves, como dice usted.
JORGE: ¡Qué horror!
PSICOANALISTA: Si a padecer de procesos inconscientes le llama horror, no sé cómo llamará al horror verdadero.
JORGE: Seguro que ha sido porque llevo varias sesiones pensando en la cuestión de la identidad sexual..
PSICOANALISTA: ¡Está seguro de ello!, pues si también está seguro de la identidad, sí que tiene un problema, sólo el otro está seguro de lo que uno es, pero uno mismo no puede estar seguro, también los significantes pueden suponernos sexuados, además saberse sexuado es suficiente, preguntarse por la identidad sexual ya es un síntoma, y como el síntoma habla, habrá que escuchar de qué se trata en su caso. Nos vemos mañana , a su hora.
JORGE: Acabo de perder toda mi seguridad, he entrado en un alto grado de confusión, usted ha hecho que nada sea como yo esperaba.
PSICOANALISTA: No, usted es el que ha cometido un acto fallido, yo sólo se lo he comunicado.
JORGE: Pero me ha dicho que es suficiente con saberse sexuado, como todos, y que preguntarse si deseo ser hombre o mujer es un síntoma.
PSICOANALISTA: No parece tan confundido, ni tan inseguro, más bien sabe aprovechar las conversaciones con los otros.
JORGE: Usted no es un otro, usted es mi psicoanalista.
PSICOANALISTA: Si yo fuera sólo su psicoanalista, no me contrataría nadie más, ni siquiera usted me habría podido contratar. Yo sólo trabajo para usted el tiempo contratado, sólo compra mi fuerza de trabajo, no me ha comprado a mí .
JORGE: Tal vez hoy me tocaba aprender esto, me toca contratar tres empleados más para mi empresa y tengo acordadas 10 entrevistas.
PSICOANALISTA: ¿Hoy o mañana?
JORGE: No, ha sido un olvido selectivo y preciso, para todo lo demás hoy es miércoles.
PSICOANALISTA: Bueno, tiene permiso para pagarme esta sesión.
JORGE: Gracias doctor, solamente venía para contratar mi tercera sesión semanal, gracias por atenderme.
PSICOANALISTA: Continuamos la próxima.
JORGE: Es increíble esto del psicoanálisis, lo importante no es el sillón o el diván sino el paciente y el psicoanalsita. Hasta la próxima, hasta mañana a las 11.30.
Jorge se quedó mirando como se alejaba su psicoanalista con una sensación de haber logrado algo, una satisfacción recorrió su cuerpo y comenzó a caminar pensando "tal vez las cosas más importantes se hagan sin participación de la conciencia, tal vez el inconsciente sea un aliado en lugar de un enemigo, como yo pensaba antes de comenzar este análisis"

miércoles, 21 de enero de 2009

Jorge intentaba no escuchar detrás de la puerta pero sus intentos no ganaban a sus deseos de saber qué y cómo hablaba su psicoanalista cuando él no estaba presente.
PSICOANALISTA: De acuerdo, entonces el viernes a las 12. Un saludo
VOZ DESCONOCIDA: A mí hace mucho tiempo que no me llama ningún paciente.
PSICOANALISTA: Pero, alguien el llamará.
VOZ DESCONOCIDA: ¿Qué quiere decir, que me llaman y yo no contesto? Eso no es así, a mí sólo me llama gente que me pregunta por los honorarios, por la diferencia entre psicología, psiquiatría y psicoanálisis, etc. Sólo me preguntan por los inconvenientes, en cambio, lo acabo de ver, a usted le llaman para pedirle un horario.
PSICOANALISTA: A lo mejor, yo estoy de acuerdo con psicoanalizarme y usted todavía tiene inconvenientes.
VOZ DESCONOCIDA: ¿Quiere decir que si yo cambio también cambiarán los pacientes que me llaman? ¡Uy, eso que decía que no me llamaban...!, claro porque espero que me llamen de una manera determinada..
PSICOANALISTA: Tal vez, como usted llamó.
VOZ DESCONOCIDA: Sí, yo había tardado dos años en decidirme, pero cuando le llamé lo hice como si la decisión la hubiera tomado en ese momento. Recuerdo que le dije que quería analizarme y que me diera hora.
PSICOANALISTA: Bueno, ya tiene la hora, nos vemos la próxima.
VOZ DESCONOCIDA: ¡Ja,Ja! Ahora llevo dos años y parece que estoy por comenzar.
PSICOANALISTA: Es como la vida misma...todo comienza hoy.
La puerta se abrió y ante los ojos de Jorge apareció lo esperado. Se puso a un lado para ceder el paso, dijo un hola, y entró sin más preámbulos.
Cuando se tumbó en el diván el psicoanalista todavía no había llegado.
JORGE: Hoy llega tarde usted.., ya sabe que la sesión comience cada vez.. ¿he entendido bien? ¿no? ¿esto será para el paciente y para el psicoanalista? ¿no es así?. Y hablando de otra cosa, ayer viendo un reportaje que hablaban de Alex de la Iglesia y de una periodista corresponsal en el extranjero, iban haciendo un reportaje paralelo y al final hacían que se encontraran, pero lo que más me llamó la atención es que Alex piensa que porque hace películas de entretenimiento no trasmite ideología, ¡qué ingenuidad! Ya se lo había escuchado a otros directores de cine, hablan de una no intención como si no fuera una intención, la verdad es que tener la intención de no tener otra intención que entretener..., además entretener quiere decir tener entre...
PSICOANALISTA: Usted escuchó detrás de la puerta aunque tuvo la intención de no escuchar.
JORGE: Sí, siempre nos creemos mejores que los demás, más mejores o menos mejores, aunque sea más humildes, con menos intenciones... la corresponsal era diferente, estaba más implicada... el paciente anterior sí que estaba implicado con el psicoanálisis, ya es psicoanalista ¿no?
PSICOANALISTA: Trabajo de psicoanalista desde hace más de 10 años.
JORGE: Me gustaría poder conversar como usted..o como un director de cine, no recuerdo su nombre, que decía que el discurso de sus personajes no era forzosamente el de su película. Sí, lo que se dice no sólo se dice con palabras, se muestra con los personajes, también está lo que se dice entre palabras. ¿Ha visto una película que se llama ¿Infidelidad? ?, en ella se puede ver que es la puntuación, porque hasta la interrogacción ya indica que una infidelidad no es sólo porque lo parezca, y después es toda una manera de pensar las relaciones entre las personas, ya sean las relaciones amorosas, las relaciones amistosas....lo nuestro doctor ¿qué tipo de relación es? ¿qué es usted para mí? ¿qué soy para usted ? ¿No me dice nada?
PSICOANALISTA : A mí me parece que yo para usted soy un psicoanalista y usted para mí es un paciente.
JORGE: Eso está claro, pero el psicoanalsita que usted es para mí no lo es para ningún otro paciente, y el paciente que yo soy para usted no lo soy como ningún otro paciente.
PSICOANALISTA: Sí, nadie es idéntico ni a sí mismo. Continuamos la próxima.
JORGE: Hoy no nos ha molestado ningún otro paciente.
PSICOANALISTA: ¿Le parece que ha sido una molestia terminar la sesión?
JORGE: No, me parece bien, tal vez era yo el que quería molestarlo...para ser diferente.
PSICOANALISTA: Ya somos diferentes, ahora se trata de ser alguna otra cosa.
Jorge salió con una sonrisa y no se dio cuenta que había una mujer en la puerta hasta que tropezó con ella. Pidió perdón atropelladamente y se fue pensando "¿cómo sería ser paciente del doctor siendo una mujer?"

martes, 20 de enero de 2009

TERCERA SESIÓN

Esta vez, Jorge, se tumbó en el diván con parsimonia, se tomó unos minutos de silencio y comenzó a hablar como si fuera su primera vez.
JORGE: Usted no sabe que yo trabajo para muchas empresas, desde aeropuertos, hospitales, fundaciones, campos de fútbol, digamos grandes empresas, hasta pequeñas empresas...Las cosas nunca son como uno las imagina, por ejemplo, imaginaba que me encontraría con ese paciente...
PSICOANALISTA: Parece que no se había imaginado como paciente de psicoanálisis.
JORGE: La verdad es que me gusta más competir y ganar que trabajar...¿se ha dado cuenta?... ya quería competir con alguno de sus pacientes...sí, tal vez pueda competir conmigo mismo y hacerme más competente...aunque yo soy... en lo mío...estoy entre los mejores.
PSICOANALISTA: Tal vez por eso quiera competir ...en el campo de los otros.
JORGE: ¿Usted cree que quiero competir con usted?
PSICOANALISTA: Buenos, eso lo ha dicho usted.
JORGE: Puede ser, a mí me gusta competir con todos los que de alguna manera están en alguna relación conmigo... vamos que siempre me mido con los demás...¡ja,ja,ja!, mi amigo el que se psicoanaliza con usted, no quiero decir su nombre para que usted no se confunda, ¿sabe?
PSICOANALISTA: Yo ya estoy confundido, no es necesario que se preocupe.
JORGE: ¡Qué chistoso que es usted! No me diga nada, ésta es mi sesión y según mi amigo es toda para mí, ¡ah! lo que quería decir es que mi amigo me diría que siempre "me la mido"...debe ser porque, a pesar de que todas las mujeres dicen que no, yo creo que la tengo pequeña, o al menos está igual desde que cumplí los 15.
PSICOANALISTA: Todas las mujeres...
JORGE: Por qué me dice eso, no me cree, o es porque he dicho todas y sólo son algunas, bueno, qué quisquillosos que son los psicoanalistas, me refería a las mujeres que han estado conmigo.
PSICOANALISTA: Me parece que usted no sabe si yo estoy con usted o si usted está conmigo.
JORGE: Las mujeres que han estado conmigo no sé si estaban, pero tampoco sé si yo he estado con ellas... bueno, aquí es diferente..., hay un contrato, yo pago para que usted esté conmigo, y yo estoy con usted porque pago....no me haga pensar...esta es una relación económica y comercial...nadie está con nadie....como las relaciones amorosas... son relaciones en las que nadie está con nadie, auqnue estén juntos....sabe que llevaba viviendo con la misma mujer desde hacía 15 años, hasta que pasó lo que pasó....todavía no puedo hablar de ello...tal vez...tal vez...
PSICOANALISTA: ¿Continuamos la próxima?
JORGE: ¿Cuándo? ¿Pueden ser dos sesiones por semana, el mismo día de la semana, algo así como las dos sesiones de hoy?
PSICOANALISTA: De acuerdo, le espero la próxima.
JORGE: ¿Por qué me dice que me va a esperar, es que no cree que venga? ¡Ah, es cierto, no podré venir al primer horario! ¿Puede darme hora... para mañana?
Suena el timbre muy suavemente.
JORGE: ¡Qué delicado!
Acuerdan el próximo encuentro y Jorge va precipitadamente hacia la puerta. Cuando la puerta se abre no hay nadie.
JORGE: Éste si que no quiere ver la cara de ningún otro paciente...se creerá único...¡ja,ja!
PSICOANALISTA: Madre sólo hay una, aunque en cada familia, de lo demás siempre hay más de uno.
JORGE: Quiere decir que cuando queremos que una relación sea única es que queremos una relación maternal...
PSICOANALISTA: Hasta la próxima
JORGE: Hasta la próxima
Jorge entró en el ascensor y observó la sombra del próximo paciente, se quedó pensando que le hubiera gustado saber si era hombre o mujer.

lunes, 19 de enero de 2009

SEGUNDA SESIÓN

Jorge se mantenía firme frente a la puerta, aunque hacía más de 10 minutos que esperaba, sin dudar ni de su psicoanalista ni de sí mismo. La puerta se abrió y aparecieron lsu psicoanalista y otro hombre, que intentaba salir, mientras el cuerpo de Jorge se o impedía con movimientos paralelos a los suyos. Cuando Jorge detuvo sus movimientos y quedó a un lado de la puerta, el otro hombre salió.
JORGE: No me esperaba que hoy precisamente me hiciera esperar y encima que en mi horario atendiera a otras personas. Caminaba con parsimonia y sin volverse a mirar a su psicoanalista, que seguía sus pasos, continuó. ¿No me dice nada? Y sin esperar respuesta alguna, tumbándose en el diván, mejor no me diga nada, no me gustan las excusas. Hace un silencio mientras hace un gesto como que mira el reloj, ayer llegué tarde al trabajo... bueno en realidad llegué demasiado pronto... tenía que tomar una decisión ...y todavía no la he tomado.
PSICOANALISTA: Tal vez la decisión que no ha tomado es la de analizarse.
JORGE: Usted no sabe a lo que me dedico, pero decidir si trabajo o no para una empresa de la competencia es muy fuerte... bueno en realidad es de la competencia de uno de mis mejores clientes, claro que el trabajo que yo hago ni hace ni deshace, no da ventaja a ninguna de las empresas... no entiendo porqué no me he decidio antes... tampoco era tan complicado... Por cierto, quería hacerle una pregunta, ¿me puedo analizar con usted siendo como es el psicoanalista de uno de mis mejores amigos?. -Y sin detenerse- Bueno usted como yo podrá trabajar para dos clientes diferentes ¿no es así?
PSICOANALISTA: ¿Continuamos la próxima?
JORGE: Eso quiere decir que sí.
Se levanta con agilidad del diván, mira detenidamente la hora y se sorprende:
JORGE: Pero si todavía no es mi hora.... pero si he llegado una hora antes...pero cómo ha podido ocurrir....cómo no me avisó... bueno si usted me ha atendido es que no está mal ... será que deseaba analizarme con usted y quería saber si me aceptaba... ¿no le parece?
Suena el timbre insistentemente.
PSICOANALISTA: Si hoy desea otra sesión puede venir a su hora.
JORGE: Ese sí que es impaciente...vaya manera de timbrar. Nos vemos en media hora.
PSICOANALISTA: Hasta la próxima
Jorge se apresura hacia la puerta de salida, tiende su mano hacia el psicoanalista y éste se la estrecha.
Cuando la puerta se abre hay un hombre joven a unos cinco metros de distancia de la puerta que mira hacia otro lado mientras espera que se despidan.
Jorge aprovecha su discreción para observarle y piensa "menuda sorpresa se va a llevar cuando me vuelva a ver cuando salga de su sesión".

domingo, 18 de enero de 2009

AUTOBIOGRAFÍA . SIGMUND FREUD

Varios colaboradores de esta colección inician sus trabajos haciendo resaltar la espinosa singularidad de su contenido. Para mí resulta aún más ardua la labor, pues en los repetidos trabajos de este género que tengo ya publicados he tropezado siempre con que la especial naturaleza del tema obligaba a hablar de mí mismo más de lo que generalmente es costumbre o se juzga necesario. Mi primera exposición del desarrollo y el contenido del psicoanálisis quedó integrada en las cinco conferencias que la Clark University, de Worcester (Estados Unidos), me invitó a pronunciar en sus aulas durante las fiestas con que celebró el vigésimo aniversario de su fundación ( 1909). Recientemente he escrito para una publicación americana Los comienzos del siglo XX, cuyos lectores hicieron honor a la importancia de nuestra disciplina reservándola en un capítulo especial otro trabajo análogo. En el mismo intervalo, la revista Jahrbuch der Psychoanalyse publicó un ensayo mío, titulado Historia del psicoanálisis, que contiene ya todo lo que aquí pudiera comunicar. Siéndome imposible contradecirme, y no queriendo repetir sin modificación lo ya expuesto en otros lugares, habré de intentar establecer en el presente trabajo una nueva proporción de elementos subjetivos y objetivos, fundiendo lo biográfico con lo histórico.

Nací el año 1856, en Freiberg (Moravia), pequeña ciudad de la actual Checoslovaquia. Mis padres eran judíos, confesión a la que continúo perteneciendo. De mis ascendientes por línea paterna creo saber que vivieron durante muchos años en Colonia; emigraron en el siglo XIV o XV hacia el Este obligados por una persecución contra los judíos, y retornaron luego en el siglo XIX a través de Lituania y Galitzia, estableciéndose en Austria. Cuando tenía yo cuatro años me trajeron mis padres a Viena, ciudad en la que he seguido todos los grados de instrucción. En el Gymnasium conservé durante siete años el primer puesto, gozando así de una situación privilegiada y siéndome dispensados casi todos los exámenes. Aunque nuestra posición económica no era desahogada, quería mi padre que para escoger carrera atendiese únicamente a mis inclinaciones. En aquellos años juveniles no sentía predilección especial ninguna por la actividad médica, ni tampoco la he sentido después. Lo que me dominaba era una especie de curiosidad relativa más bien a las circunstancias humanas que a los objetos naturales, y que no había reconocido aún la observación como el medio principal de satisfacerse. Mi profunda dedicación a los escritos bíblicos (iniciada casi al tiempo que aprendí el arte de la lectura) tuvo, como lo reconocí mucho después, un prolongado efecto en la línea de mis intereses. Bajo la poderosa influencia de una amistad escolar con un niño mayor que yo, que llegó a ser un destacado político, se me formó el deseo de estudiar leyes como él y de obligarme a actividades sociales. La teoría de Darwin, muy en boga por entonces, me atraía extraordinariamente porque quería prometer un gran progreso hacia la comprensión del mundo. La lectura del ensayo goethiano La Naturaleza, escuchada en una conferencia de vulgarización científica, me decidió por último a inscribirme en la Facultad de Medicina. La Universidad, a cuyas aulas comencé a asistir en 1873, me procuró al principio sensibles decepciones. Ante todo, me preocupaba la idea de que mi pertenencia a la confesión israelita me colocaba en una situación de inferioridad con respecto a mis condiscípulos, entre los cuales resultaba un extranjero. Pero pronto rechacé con toda energía tal preocupación. Nunca he podido comprender por qué habría de avergonzarme de mi origen o, como entonces comenzaba ya a decirse, de mi raza. Asimismo renuncié sin gran sentimiento a la connacionalidad que se me negaba. Pensé, en efecto, que para un celoso trabajador siempre habría un lugar, por pequeño que fuese en las filas de la Humanidad laboriosa, aunque no se hallase integrado en ninguno de los grupos nacionales. Pero estas primeras impresiones universitarias tuvieron la consecuencia importantísima de acostumbrarme desde un principio figurar en las filas de la oposición y fuera de la «mayoría compacta», dotándome de una cierta independencia de juicio. Descubrí también en estos primeros años de Universidad que la peculiaridad y la limitación de mis aptitudes me vedaban todo progreso en algunas disciplinas científicas, cuyo estudio había emprendido con juvenil impetuosidad. De este modo se me impuso la verdad de la advertencia del Mefistófeles goethiano: «En vano vagáis por los dominios de la ciencia; nadie aprende sino aquello que le está dado aprender.» En el laboratorio fisiológico de Ernesto Brücke logré por fin tranquilidad y satisfacción completas, hallando en él personas que me inspiraban respeto, y a las que podía tomar como modelos: el mismo gran Brücke y sus ayudantes Sigmund Exner y Ernst Fleischl von Marxow. Brücke me encargó de una investigación, relativa a la histología del sistema nervioso; trabajo que llevé a cabo a satisfacción suya, y continué luego por mi cuenta. Permanecí en este Instituto desde 1876 a 1882, con pequeñas interrupciones, y se me consideraba destinado a ocupar la primera vacante de «auxiliar» que en él se produjera. Los estudios propiamente médicos -excepción hecha de la Psiquiatría- no ejercían sobre mí gran atención, y retrasándome así en mi carrera, no obtuve el título de doctor hasta 1881. Pero en 1882 mi venerado maestro rectificó la confiada ligereza de mi padre, llamándome urgentemente la atención sobre mi mala situación económica, y aconsejándome que abandonase mi actividad, puramente teórica. Siguiendo sus consejos, dejé el laboratorio fisiológico y entré de aspirante en el Hospital General. Al poco tiempo fui nombrado interno del mismo, y serví en varias de sus salas, pasando más de seis meses en la de Meynert, cuya personalidad me había interesado ya profundamente en mis años de estudiante. Sin embargo, permanecí en cierto modo fiel a mis primeros trabajos. Brücke me había indicado al principio, como objeto de investigación, la médula espinal de un pez de los más inferiores (el Ammocoetes petromyzon), y de este estudio pasé al del sistema nervioso humano, sobre cuya complicada estructura acababan de arrojar viva luz los descubrimientos de Flechsig. El hecho de elegir única y exclusivamente al principio la medulla oblongata como objeto de investigación, fue también una consecuencia de la orientación de mis primeros estudios, en absoluta oposición a la naturaleza difusa de mi labor durante los primeros años universitarios, se desarrolló en mí una tendencia a la exclusiva concentración del trabajo sobre una materia o un problema únicos. Esta inclinación ha continuado siéndome propia y me ha valido luego el reproche de ser excesivamente unilateral. En el laboratorio de anatomía cerebral continué trabajando, con la misma fe que antes en el fisiológico. Durante estos años redacté varios trabajos sobre la medulla oblongata, que merecieron la aprobación de Edinger. Meynert, que me había abierto las puertas del laboratorio aun antes de hallarme bajo sus órdenes, me invitó un día a dedicarme definitivamente a la anatomía del cerebro, prometiéndome la sucesión en su cátedra, pues se sentía ya muy viejo para profundizar en los nuevos métodos. Atemorizado ante la magnitud de tal empresa, decliné la proposición. Probablemente, sospechaba ya que aquel hombre genial no se hallaba bien dispuesto para conmigo. La anatomía del cerebro no representaba para mí, desde el punto de vista práctico, ningún progreso con relación a la Fisiología. Así, pues, para satisfacer las exigencias materiales hube de dedicarme al estudio de las enfermedades nerviosas. Esta especialidad era por entonces poco atendida en Viena. El material de observación se hallaba diseminado en las diversas salas del hospital, y de este modo se carecía de toda ocasión de estudio, viéndose uno obligado a ser su propio maestro. Tampoco Nothnagel, a quien la publicación de su obra sobre la localización cerebral había llevado a la cátedra, diferenciaba la Neuropatología de las demás ramas de la Medicina interna. Atraído por el gran nombre de Charcot, que resplandecía a lo lejos, formé el plan de alcanzar el puesto de «docente» en la rama de enfermedades nerviosas, y trasladarme luego por algún tiempo a París, con objeto de ampliar allí mis conocimientos. Durante los años en que fui médico auxiliar publiqué varias observaciones casuísticas sobre enfermedades orgánicas del sistema nervioso. Poco a poco fui dominando la materia, y llegué a poder localizar tan exactamente un foco en la medulla oblongata, que la autopsia no añadía detalle alguno a mis afirmaciones. De este modo fui el primer médico de Viena que envió a la sala de autopsias un caso con el diagnóstico de «polineuritis acuta». La fama de mis diagnósticos, confirmados por la autopsia, me atrajo el interés de varios médicos americanos, a los que comencé a dar, en un chapurreado inglés, un cursillo sobre tales temas, utilizando como material de observación a los enfermos de mi sala. Pero no tenía el menor conocimiento de la neurosis; y así, cuando un día presenté a mis oyentes un neurótico con ininterrumpido dolor de cabeza y diagnostiqué el caso de meningitis circunscrita crónica, me abandonaron todos, poseídos de una justificada indignación crítica, dando allí fin mi prematura actividad pedagógica. Sin embargo, alegaré en mi disculpa que grandes autoridades médicas de Viena solían aún diagnosticar por aquel entonces la neurastenia como un tumor cerebral. En la primavera de 1885 me fue conferida la plaza de «docente» de Neuropatología en mérito de mis trabajos histológicos y clínicos. Poco después me consiguió Brücke una generosa pensión para realizar estudios en el extranjero y al otoño siguiente me trasladé a París. Confundido entre los muchos médicos extranjeros que se inscribían como alumnos en la Salpêtrière, no se me dedicó al principio atención ninguna especial. Pero un día oí expresar a Charcot su sentimiento por no haber vuelto a tener noticia alguna desde la pasada guerra del traductor alemán de sus conferencias. Luego agregó que le agradaría mucho encontrar una persona de garantía que se encargase de la traducción alemana de sus Nuevas conferencias. Al día siguiente me ofrecí para ello en una carta, en la que recuerdo haber escrito que sólo padecía la aphasie motrice, pero no la aphasie sensorielle du français. Charcot aceptó mi ofrecimiento, me admitió a su trato privado y me hizo participar desde entonces directamente en todo aquello que en la clínica sucedía. Hallándome dedicado a la redacción del presente trabajo he recibido de Francia numerosos ensayos y artículos que testimonian de una violenta resistencia a la aceptación del psicoanálisis y contienen a veces afirmaciones totalmente inexactas relativas a mi situación como respecto a la escuela francesa. Así, leo, por ejemplo, que aproveché mi estancia en París para familiarizarme con las teorías de P. Janet, huyendo luego con mi presa. Contra esta afirmación he de hacer constar que durante mi estancia en la Salpêtrière nadie nombraba aún para nada a P. Janet. De todo lo que vi al lado de Charcot, lo que más me impresionó fueron sus últimas investigaciones sobre la histeria, una parte de las cuales se desarrolló aún en mi presencia, o sea la demostración de la autenticidad y normalidad de los fenómenos histéricos (introite et hic dii sunt) ("entrad porque aquí también hay dioses") y de la frecuente aparición de la histeria en sujetos masculinos, la creación de parálisis y contracturas histéricas por medio de la sugestión hipnótica y la conclusión de que estos productos artificiales muestran exactamente los mismos caracteres que los accidentales y espontáneos, provocados con frecuencia por un trauma. Algunas de las demostraciones de Charcot despertaron al principio en mí, como en otros de los asistentes, cierta extrañeza y una tendencia a la contradicción, que intentábamos apoyar en una de las teorías por entonces dominantes. El maestro discutía siempre nuestras objeciones con tanta paciencia y amabilidad como decisión, y en una de estas discusiones pronunció la frase Ça n'empêche pas d'exister, para mí inolvidable. No todo lo que por entonces nos enseñó Charcot se mantiene aún en pie. Parte de ello aparece ahora muy discutible, y otra parte ha sucumbido por completo a la acción del tiempo. Pero, sin embargo, queda aún mucho que ha pasado a integrar duraderamente el contenido de la ciencia. Antes de abandonar París tracé con Charcot el plan de un estudio comparativo de las parálisis histéricas con las orgánicas. Me proponía demostrar el principio de que las parálisis y anestesias histéricas de las diversas partes del cuerpo se delimitan conforme a la representación vulgar (no anatómica) del hombre. El maestro se mostró de acuerdo conmigo, pero no era difícil adivinar que, en el fondo, no se sentía inclinado a profundizar en la psicología de las neurosis. Su punto de partida habría sido, en efecto, la Anatomía.
Continuará..........

sábado, 17 de enero de 2009

PRIMERA SESIÓN

Jorge se tumbó en el diván evitando dirigir su mirada hacia el psicoanalista, lo cual hacía parecer su figura de 1,85 un poco más rígida que la rigidez que lo acompañaba desde su más tierna adolescencia. Había llegado casi corriendo por el largo pasillo que había tenido que recorrer perseguido, a su parecer, más que seguido por aquel extraño que era, por ahora, su psicoanalista.


JORGE: No sé qué hago aquí.
PSICOANALISTA: ¿Se refiere a qué hace en el mundo de los vivos?
JORGE: No, me refiero a haberme encontrado con usted.
PSICOANALISTA: ¿Haberse encontrado...? ¿por qué dice eso, acaso estaba perdido?
JORGE: No, estoy perdido de tanto perder. No puedo dejar de pensar en todas las personas que he perdido y en todos los seres queridos que perderé.
PSICOANALISTA: Parece que usted nunca pierde, siempre pierden los otros.
JORGE: Con ella, he perdido mi vida. Antes de conocerla, para mí vivir era un juego, después cuidar mi vida, para ella, fue mi única misión.
PSICOANALISTA: ¿Cuidaste tu vida o la entregaste?
JORGE: Bueno, quise cambiar de vida y comencé dejando a mis amigos, más tarde fui abandonando mis ideales, en definitiva he dejado de vivir para mí para vivir para ella.
PSICOANALISTA: Parece que cuando te encontraste con ella le dijiste que tu mayor goce era el abandono...
JORGE: ¿Usted siempre tutea a sus pacientes o sólo me turea a mí? -Y sin esperar respuesta alguna prosiguió sin dilación-. Puede ser que usted tenga razón, siempre hice muchas cosas, y aunque nunca abandoné ninguna siempre las hice pensando en abandonar, eso hacia que me sintiese libre. ¿Y usted qué va a hacer por mí?
PSICOANALISTA: Si usted lo desea, puedo invitarle a abandonarse en las palabras.
JORGE: Fui abandonado tantas veces, he perdido tanto...
PSICOANALISTA: ¿Ha conseguido que nadie le perdiera a usted?.
JORGE: Me habría podido perder pero no hubo oportunidad. Es cierto que durante la relación me angustiaba cuando me surgía el pensamiento de que me podía perder. “Me puede perder”, “me puede perder”, era una frase que se imponía en mi pensamiento, hasta que entraba en angustia. Ahora sólo quiero salir de esta situación.
PSICOANALISTA: El verdadero problema no es perder al otro sino que el otro pueda perdernos, no es que el otro sea mortal, que al otro no lo voy a ver más, sino que nosotros seamos mortales, que el otro no nos vea más.
JORGE: Quisiera matarla por haberme hecho esto.
PSICOANALISTA: ¿Se refiere a que le ha hecho comenzar este psicoanálisis?
JORGE: ¡Es sorprendente, sólo podía pensar en matarme y ahora estoy pensando en matarla!, más aún, ¡estoy pensando en sustituirla!. ¡Esta vez seré otro!.
PSICOANALISTA: ¿Continuamos la próxima?
JORGE: Si usted me acepta..., esto del psicoanálisis me parece más fácil que suicidarme.